El cazador cazado
MindHunter: cazador de mente, los orígenes de la Psicología aplicada al comportamiento de mentes criminales, creada por David Fincher, director de películas(¡peliculazas!) como Seven, el Club de la Lucha o Gone Girl. La serie prometía así que me dispuse a ver el primer capítulo, a los quince minutos ya me tenía absorbida: El personaje principal, interpretado por Jonathan Groff con su pose de la época, su introversión y su curiosidad, su aparente frialdad, va tomando forma en cada capítulo y descubrimos con él todo lo que las conversaciones con psicópatas, con «serial killers» como los acabarán llamando, da de sí. A su lado una especie de Watson (Holt McCallany) que ve las cosas a la antigua, que sabe que están haciendo algo grande, pero que no comparte el entusiasmo ni las formas de su compañero. Y ambos «iluminados» por una Anna Torve (¡como hecho de meno Fringe!) tan eficiente como acostumbra, con esos matices que solo ella sabe dar a sus personajes. Siendo una voz femenina en un mundo de hombres que debe mantenerse en las sombras aportando la luz que necesitan. Una época, los años 70, retratada con sus tonos oscuros y claros, el machismo aún vigente y la cultura e inteligencia femenina, que Holden no duda en apreciar y en utilizar a su favor: » no se asusta por rodearse de mujeres más inteligentes que él», le dice su novia al personaje de Torve.
Es una serie lenta, en la que aparentemente no pasa nada, pero llena de matices. En muchos aspectos me ha recordado a mi idolatrada Mad Men: su puesta en escena tan cuidada, los detalles, el personaje con quien conocemos la historia, tan introvertido y carismático. Es una serie de sicópatas en la que apenas hay sangre ni se muestran los lugares del crimen, no hace falta, para eso tenemos cada uno nuestra propia imaginación y las conversaciones entre los agentes del FBI y los distintos asesinos que se prestan a narrar sus crímenes hacen el resto. No necesitamos más, la atmósfera, las escenas nos lo dan todo, el truco de no mostrar es más eficiente ya que nuestra imaginación reconstruye, creándonos una sensación con cada conversación similar a la que sus protagonistas viven.
Siempre me ha llamado la atención la fascinación que producen los asesinos y aún más los asesinos en serie ¿por qué queremos conocerlos? ¿De esa forma los justificaríamos? ¿Podríamos entender por qué hacen lo que hacen? ¿Eso nos daría paz o fomentaría nuevas preguntas? Estas mismas cuestiones son las que nos van asaltando en cada capítulo, en cada charla entre ellos y con los asesinos. En cada patrón que van descubriendo. Surge entonces la empatía con los asesinos, por parte de Holden más, y hay momentos en los que vemos que pierde el norte, se ha dejado atrapar por su propio ego, sabe lo grande que es lo que está haciendo y ese narcisismo que vemos en los asesinos lo vislumbramos en él. Sin embargo, esa novia que le sirve más de enciclopedia y como retadora mental le va advirtiendo, le va poniendo trabas que él mismo no es capaz de responder. Su frialdad va cambiando, quizás pueda vestir algo más que sus trajes.
Es una serie para ver con calma, para escuchar y observar como si fuéramos parte del equipo del FBI, solo que nosotros no debemos perder de vista tampoco a los agentes.
El último capítulo de esta primera temporada me ha producido una sensación agridulce, por un lado le aporta un cierre, podría quedarse como una brillante primera temporada. Sin embargo, acabamos de ver una flaqueza que puede dar lugar a una aún mejor segunda temporada en la que nuestra mente ande a la caza de los cazadores.
A destacar:
Los diálogos.
A mejorar:
Si te digo que me parece perfecta tal cual ¿me crees?
Momento para verla:
Con tranquilidad y paciencia si no acostumbras a ver series con otro ritmo narrativo.