Ha pasado un año, o algo más, desde que viví emocionada, como cuando de pequeña me despertaba la mañana de reyes, la llegada de una serie de los hermanos Wachowski. No quería saber nada de ella antes, ya tenía un título que me cautivaba, y los conocía a ellos: son unos creadores (directores para gente como ellos se me queda corto) capaces de revolucionar algo tan desfasado en su momento como la Ciencia Ficción y crear nuevas tendencias y técnicas en el género. Sí, los admiro, lo cual seguramente no me haga demasiado objetiva, pero seamos francos, una crítica no trata de ser objetiva, al menos no es lo que yo intento, quiero trasladarte mi pasión por este mundo y si lo consigo bien y si no, también, perderás más que yo 😉
Sin embargo, he de decir que no todo su trabajo me ha gustado, he visto cosas muy desfasadas, muy comerciales que me han dejado indiferente o que yo no he sabido entender como querían. Con cada una de sus obras esperaba sentir lo mismo que aquel día en el que me puse de pie en la butaca al finalizar Matrix aplaudiendo como si se me fuera la vida en ello mientras el resto de espectadores pensaría: ¡vaya loca!. Y como todos los genios en una industria en la que prima lo económico, a veces me han decepcionado. Quería encontrar su magia, su capacidad de hacer cosas diferentes y, sobre todo, de contarlas de forma distinta, así que con ese título y el apoyo incondicional de Netflix, me disponía a reenamorarme de nuevo de ellos.
La primera temporada de Sense8 no deja indiferente, hay momentos tan geniales como aburridos, sí, es una temporada de situación y creo que ellos mismos van situándose en la trama a veces con mayor y otras con menor acierto. Pero hay un capítulo donde todas las piezas encajan, creo que es el quinto, pero recurro a memoria que no a revisionado, donde te conviertes en un Sense8 más. Ya te tienen atrapado, estás a su merced y sientes, como ellos, que no estás solo, que dentro de ti hay muchas voces, muchos otros que te ayudan y aunque no son tan reales como en la serie, sí lo son para ti porque vives con ellos: personajes, tramas, situaciones, todo lo que la literatura y el cine te han hecho vivir, eso es lo que te muestra sense8. Una conexión con otras mentes que te hacen dudar de quién eres y, al mismo tiempo, entender mejor a los otros. No dudo que Sense8 es para sus creadores una forma de justificarse o intentar que los entiendan: sus cambios de género, sus transformaciones de los últimos años, pero ¿no es eso el arte? Una forma de que los demás se metan en tu cabeza y la entiendan: la mayor forma de empatizar que tiene el humano a su disposición.
Ocho joyas de personajes que se entremezclan los unos con los otros con un montaje y una puesta en escena magistrales, caóticamente ordenadas. Tenía mis prejuicios con el casting, sí, dudaba de Miguel Ángel Silvestre que interpreta a Lito Rodríguez y, sin embargo, me cautivó esa capacidad de reirse de sí mismo, con este personaje se convierte en entrañable. El resto del elenco brilla, cada uno en su área, cada uno con sus matices, pero siento debilidad por Wolfgang, he de confesarlo, y por Nomi. Por una vez las mujeres son genios informáticos, químicas, luchadoras, ya era hora, ¡gracias! Intento decantarme sólo por algunos personajes pero acaba de aparecer Ryle en mi cabeza junto a Gorsky…es imposible elegir a unos frente a otros: todos son necesarios, todos participan de esa magia que es Sense8.
Después de esta primera temporada Netflix anunció un especial de navidad: qué regalo más bien pensado y sí, lo fue, con una duración superior al resto de capítulos tuvimos este adelanto de la trama, este buen sabor de boca que solo nos hizo desear aún más que llegara la segunda temporada y, por fin, retrasada, anunciada con bombos y platillos: llegó.
No he podido parar de verla, me ha tenido quitándome horas de sueño (y de trabajo, I confess) porque me ha atrapado mucho más que la primera temporada, la serie mejora, se añaden subtramas, más ciencia en algunos capítulos y mucha ficción en cada escena. De nuevo, me quedo cautivada por el montaje, la producción de esta serie debe ser una auténtica locura, los personajes maduran, se hacen más nuestros, las intrigas se mantienen y surgen otras nuevas. Acabo de llegar al último capítulo de la segunda temporada y ahora mismo, mientras escribo, tengo una sensación de vacío, de necesidad de que nos muestren ya la tercera, de ser una más de ellos y no quedarme fuera de su historia porque se ha convertido en la mía. Y entonces entiendes la serie, lo que es la empatía, lo que es vivir con ayuda de otros, la necesidad de ser quienes no somos por un rato, de ser Sense8.